La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, superó ayer la asignatura que tenía pendiente en la Eurocámara. El Parlamento Europeo avaló su equipo de comisarios, los 26 hombres y mujeres que estarán a los mandos de la UE durante los próximos cinco años, con la española Teresa Ribera convertida en un peso pesado como vicepresidenta ejecutiva de Transición Limpia, Justa y Competitiva. Estará al frente de la importante cartera de Competencia, uno de los grandes desafíos de una Europa que pretende poder mirar cara a cara a gigantes como China o Estados Unidos.
“Hoy es un buen día para Europa, porque la votación muestra que el centro se mantiene”, aseguró en una rueda de prensa la líder popular alemana, que en su discurso abogó por superar las divisiones y prometió trabajar codo con codo durante los próximos años con las fuerzas democráticas y europeístas, como ya hizo al principio de la legislatura.
Pero la satisfacción de Von der Leyen debería ser comedida. La alemana ha aprobado el examen final de la Eurocámara, pero sin nota. Al final, y después de las batallas la semana pasada entre populares, socialistas y liberales por algunos de los nombramientos –ente ellos el de Ribera–, el Colegio de Comisarios contó con el voto a favor de 370 eurodiputados, frente a 282 contrarios y 36 abstenciones de entre los 688 emitidos. No solo se trata de un resultado peor que el que obtuvo la misma Von der Leyen en julio, cuando fue reelegida con 401 votos favorables, sino que, con el 51,3% de apoyo de la Cámara de 719 eurodiputados, se trata del apoyo más ajustado que ha obtenido nunca un colegio de comisarios en la historia de la Unión Europea.
El aval a la nueva Comisión, la más escorada a la derecha de la historia, fue de los verdes a los ultras
La precaria mayoría de Von der Leyen no solo refleja la fragmentación de la Eurocámara después de las elecciones del pasado junio, sino también el profundo malestar que han causado dentro de los propios grupos políticos algunos de los nombres elegidos. Von der Leyen logró un aval transversal que fue desde los verdes a los ultraconservadores, pasando por los populares, socialistas y liberales, pero ninguno de estos grupos pudo mantener compactos a los miembros de sus filas. Es significativo que algunos de los futuros comisarios de Von der Leyen que son eurodiputados, como la rumana Roxana Mînzatu o la finlandesa Henna Virkkunen, tuvieron que votar por sí mismos. La sensación de peligro era real, más después del enfrentamiento de la semana pasada por los vetos cruzados entre los populares y socialistas que estuvo a punto de poner en peligro el inicio de la nueva Comisión Europea.
Los desertores estuvieron por todos lados. Comenzando en el Partido Popular Europeo (PPE). Como llevaban advirtiendo en las últimas semanas, los 22 eurodiputados del PP español desobedecieron a Manfred Weber y votaron en contra de toda la Comisión para escenificar su rechazo a Ribera, a quien culpan de la gestión de las inundaciones en Valencia. Es algo relevante porque la gran mayoría de los 26 comisarios son del PPE, 14 de ellos, sin contar con la figura de la presidenta alemana. “Prefiero perder una votación que mis principios. Seremos leales a una Comisión Europea liderada por el PPE, pero votamos en contra como rechazo a Teresa Ribera como vicepresidenta incompetente”, defendió la eurodiputada popular Dolors Montserrat.
No solo en el PPE hubo bajas. Tampoco los socialdemócratas fueron fieles. Parte de las delegaciones de socialistas alemanes, belgas, búlgaros e italianos, además de los franceses, irlandeses y húngaros, votaron en contra. El motivo es el rechazo a que el nuevo equipo de Von der Leyen vaya a contar con dos comisarios de familias de ultraderecha, el italiano Raffaele Fitto, el candidato de Giorgia Meloni, y el húngaro Olivér Várhelyi, el enviado de Viktor Orbán.
Ni el PPE ni los socialdemócratas logran mantener compactas a sus delegaciones
El importante puesto de Ribera no fue suficiente para convencer a dos importantes delegaciones como son la francesa y la alemana, que, en este segundo caso, con las elecciones nacionales a la vuelta de la esquina, no querían ser responsables de tener que contar en casa que habían avalado a los candidatos ultraderechistas para sacar adelante a cuatro comisarios socialdemócratas. “Hay un respeto en cuanto a esa diferencia en cuanto al voto de la Comisión Europea, pero quiero insistir en que hay unidad absoluta de todo el grupo y así se ha planteado para trabajar con esta comisión para hacer políticas que cambien la vida de la gente”, aseguró Iratxe García, líder de los socialdemócratas, preguntada al respecto.
También los verdes, que en julio apoyaron la reelección de Von der Leyen, estuvieron divididos en dos mitades por el mismo motivo y quisieron dejar claro que la mayoría estable que permitió que hace unos meses se reeligiera a Von der Leyen al frente de la Comisión “ya no existe”.
La realidad es que en esta legislatura las mayorías son mucho más variables, con el PPE, el ganador de las elecciones, que puede elegir si mirar a los socialdemócratas y los liberales –además de en ocasiones a los verdes–, o en lugar de eso apoyarse en la alternativa ultraderechista, que va de los ultraconservadores a la extrema derecha de los Patriotas o Alternativa para Alemania.
Con el certificado de ayer, se pone fin al proceso electoral que arrancó con los comicios del pasado junio y ya están todas las piedras colocadas para que el lunes comience a trabajar la nueva Comisión Europea que refleja el estado de Europa: mucho más conservadora, con catorce comisarios del PPE y dos de familias de ultraderecha –Fitto y Várhelyi–, mientras solo hay cuatro comisarios socialistas y cinco liberales.